Es aterrador ver cómo la comunicación a veces puede ser tan deficiente. Cómo un número mínimo de intermediarios puede llegar a modificar tanto un mensaje.
La publicidad se basa en crear un mensaje nuevo y creativo que dé a luz cada día a un reformulado "¡Por favor, cómprame a mí!". Pero a veces se pierde en las esquinas de los egos, que están llenas de sombras.
La gente que se dedica a la comunicación debería promoverla, cuidarla y respetarla como disciplina y como parte de la vida de todas las personas que están a su alrededor, no simplemente conjugar infinitamente pronombres posesivos en primera persona. Pero por desgracia el servilismo confunde a las nobles causas y a la materia gris, que se vuelve de un tono un poco más cenizo de lo habitual.
Casi siempre, vender un producto, una marca o, simplemente, venderse a uno mismo conlleva una reflexión ética y moral que no siempre tiene un final en el que se incluyan perdices.